lunes, 14 de julio de 2008

"Una historia de amor" Parte II: Amistad

Se llamaba Daniela, y tenía enamorado. Ya tenía conocimiento de lo último antes de conocerla. La había visto de la mano con un chico, cuando salía de la universidad. Al parecer, “el susodicho”, la había ido a recoger. Luego supe como se llamaba, pero no diré su nombre. Creo que el motivo es bastante lógico. Así que nos quedaremos con el artículo “él” para hacerle mención.

Bueno, regresemos a nuestro asunto. Luego de este pequeño intercambio de palabras, nos fuimos conociendo un poco más. Recuerdo que uno de los primeros días que le hablé, fue cuando con un par de amigos de la universidad ( dejémoslo en, el chino, y la geme), fuimos a comer al Mcdonald´s. Ese día en un acto de desprendimiento insólito en mí, le pagué el pasaje y le compré un helado. Ella me lo agradeció con un afectuoso abrazo.

Que no se me malinterprete, no hubo ninguna doble intención en ello. Como ya mencioné antes: sabía que tenía enamorado. Aunque, valgan verdades, en ese tiempo, eso no era ningún inconveniente para mí. Y no me enorgullezco de expresarlo. Con el tiempo aprendí, que una de las peores cosas que uno puede hacer, es interponerse en una relación de pareja.

Además de eso, debo confesarlo, soy de veras, muy tímido. Seguramente muchas de las personas que me conocen deben ya saberlo. Aunque, siento que en algunos casos, se puede confundir esa timidez con cierto grado de reserva y seriedad. Pero, ese no es el punto. El punto es que, me intimidaba bastante su presencia, pues ella era todo lo contrario a mí: muy sociable y conversadora.

No recuerdo exactamente de lo que hablamos los cuatro ese día, solo recuerdo que me sentía algo cohibido con su presencia y que no sabía que carro tomar para llegar óvalo Gutiérrez, así que tuvimos que embarcarla en Javier Prado.

Después de eso, recuerdo el día en que no sé porque motivo, terminé caminando con ella y una amiga ( digamos que, Susy), hacia su casa. En todo ese lapso de tiempo, nos estuvo contando parte de su vida, y desde ese momento, la confianza entre los dos fue en aumento. No sé cómo, ni en que momento fue, que comenzamos a volvernos tan amigos. La acompañaba a su casa todos los días (al menos los días, en que “él” no iba a recogerla), hablamos hasta tarde por teléfono (después de que hablaba con “él”) y conversábamos bastante por menssenger.

Y no sé en que momento se convirtió en... Algo más que una simple amistad.

1 comentario:

Azucena Oré Vereau dijo...

dejemoslo en una tal susy.
ajajaja! =D